

Hablando de Mercado: Las ambiciones de Brasil en la COP30
- 7 de octubre de 2025
- Market: Net Zero
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Camila Fontana: Brasil y el mundo se están preparando para la COP30, la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, un evento global anual donde se discuten y se toman decisiones para enfrentar la crisis climática. Este año se celebra en Belém, Brasil, del 10 al 21 de noviembre. Y como país anfitrión, Brasil se está posicionando como líder en la agenda climática, pero sus crecientes ambiciones en el sector petrolero están generando dudas. ¿Es posible equilibrar ambas cosas?
Soy Camila Fontana, subdirectora de la redacción de Argus en Brasil, y hoy hablaré sobre este tema con Lucas Parolin, editor de noticias de Argus Brasil. Lucas, junto con otros periodistas de Argus, cubrirá la COP30 en el terreno y ha estado siguiendo de cerca los preparativos detrás de este gran evento. Bienvenido, Lucas.
Lucas Parolin: Gracias, Camila. Es un placer estar aquí. Así es, nos estamos preparando para una conferencia bastante intensa en Belém.
Camila: Empecemos por lo esencial. Brasil está utilizando el acuerdo del balance global de la COP28 como base para la COP30. ¿Qué significa eso?
Lucas: Camila, el balance global —o GST— es una evaluación colectiva de cómo los países están avanzando hacia los objetivos del Acuerdo de París. La presidencia brasileña de la COP30 lo está reformulando como una “contribución globalmente determinada”, cambiando el enfoque de los planes climáticos individuales hacia una ambición compartida. Es una estrategia para elevar la importancia de la COP30 y el papel de Brasil en ella.
Camila: El presidente Lula ha sido muy activo en temas climáticos desde 2023 —reforestación, transición energética, financiamiento climático. La COP30 en Belém parece ser el siguiente paso en esa narrativa, ¿no?.
Lucas: Exactamente. Lula quiere posicionar a Brasil como una puente entre países desarrollados y en desarrollo. La elección de Belém, en el corazón de la Amazonía, es simbólica. Destaca los desafíos ambientales del país y su potencial de liderazgo climático. También está alineada con los objetivos que Brasil presentó en la cumbre del G20 en Río de Janeiro el año pasado.
Camila: Pero Brasil no se limitará a las negociaciones oficiales en la COP30, ¿verdad? Existe algo llamado Agenda de Acción. ¿De qué se trata?
Lucas: Es la forma en que Brasil busca avanzar los objetivos del GST fuera del marco formal de la ONU. La Agenda de Acción es un plan con seis pilares y treinta metas, diseñado para movilizar coaliciones de cumbres anteriores y acelerar el progreso en eficiencia energética, tecnologías de bajas emisiones y acceso universal a la energía. Es una manera de mantener el impulso, incluso si las negociaciones oficiales se estancan.
La realidad es que la COP29, en Bakú, no logró mucho. Y aunque el llamado de la COP28 para abandonar los combustibles fósiles fue histórico, careció de planes concretos.
Así que la COP30 tiene mucho que demostrar, y Brasil también. Si no hay resultados tangibles, la narrativa de liderazgo climático del país puede quedarse más débil.
Camila: Parece que hay mucho en juego para Brasil. Pero también hay contradicciones en su discurso, ¿no?
Lucas: Sin duda, especialmente en sus metas de producción de petróleo. Yo lo llamo “el esqueleto petrolero en el armario de Brasil”.
El país ha estado batiendo récords de producción mes tras mes. En julio alcanzó los 5 millones de barriles diarios de petróleo equivalente por primera vez, de los cuales casi 4 millones fueron crudo, según la agencia reguladora ANP. La meta, según la empresa estatal de investigación energética EPE, es llegar a 5 millones de barriles diarios, solo de crudo, en 2030.
Es difícil conciliar eso con una imagen de liderazgo climático. Los críticos afirman que es incompatible con el objetivo del Acuerdo de París de limitar el calentamiento global a 1,5°C. Una experta en clima con quien hablé recientemente dijo que Brasil tiene uno de los planes de expansión de combustibles fósiles más agresivos del mundo, y los llamó de absurdos.
Camila: ¿Pero puede Brasil permitirse no aumentar la producción?
Lucas: No realmente. Lula sostiene que los ingresos del petróleo financiarán la transición energética del país. También argumenta que el aumento de la producción está justificado por el estatus de país en desarrollo, la importancia de la industria petrolera para la economía y el bajo nivel de emisiones fósiles de Brasil.
Y el país está sentado sobre una mina de oro: la margen ecuatorial, una zona ambientalmente sensible que podría contener 6 mil millones de barriles recuperables y que, irónicamente, está muy cerca de Belém.
Camila: Y Brasil afirma que los países desarrollados deben liderar la transición de los combustibles fósiles. Es decir, su postura es: contribuiremos, pero no seremos los primeros.
Lucas: Exactamente. Es una posición delicada. Brasil quiere liderar, pero bajo sus propios términos y sin comprometer su desarrollo económico.
Camila: ¿Hay algunos logros ambientales que destacar, cierto?
Lucas: Claro que sí. 80% de la electricidad en Brasil proviene de fuentes renovables. También se han aumentado recientemente los mandatos de mezcla de biocombustibles en el diésel y la gasolina. Y el gobierno ha invertido en la meta de acabar con la deforestación para 2030, aunque con resultados mixtos.
Pero todo eso no elimina el hecho de que seguir explorando petróleo envía señales contradictorias. Tanto la ONU como la Agencia Internacional de Energía han advertido que nuevos proyectos petroleros amenazan los objetivos climáticos globales.
Camila: Lucas, ¿qué puede ganar Brasil al convertirse en un líder climático?
Lucas: Esa, Camila, es la pregunta del billón de dólares — literalmente. Brasil está buscando atraer inversiones extranjeras. Quiere demostrarle al mundo que es un gran referente en la lucha contra el cambio climático y, por lo tanto, que se puede invertir aquí para apoyar la causa y obtener retorno financiero. Ese es el objetivo final.
Por ejemplo, el año pasado, en el G20, Brasil adoptó la idea de que los países que logren crear plataformas globales contra el cambio climático tendrán acceso a mejores mecanismos de financiamiento.
Camila: Bien, hablemos ahora sobre Belém y su logística. No es la ciudad más fácil para albergar una cumbre global.
Lucas: Ni cerca, Camila. La logística de Belém representa un desafío importante para la COP30. Como mencioné, la elección de la ciudad fue simbólica y política. Busca mostrar el estatus de desarrollo de Brasil y la urgencia de proteger la Amazonía. El presidente de la COP30, André Corrêa do Lago, ha enfatizado ese mensaje.
Pero desde el principio se sabía que la ciudad tendría dificultades para recibir a más de 45 mil asistentes. Los precios de alojamiento se dispararon —en algunos casos, diez o incluso once veces más— lo que ha alejado a muchos participantes.
Hasta ahora, solo unos 80 países de casi 200 han confirmado su asistencia. Incluso la ONU ha admitido que reducirá el número de delegados que van a participar de COP30. Algunos participantes privados ya están optando por eventos paralelos en otras ciudades como São Paulo y Río de Janeiro.
El problema es claro: sin delegaciones presentes, la COP30 no logrará los resultados deseados.
Camila: Suena como un gran desafío. Estamos llegando al final de nuestro episodio. Lucas, ¿qué deberían observar los oyentes en los próximos meses?
Lucas: Son tres: si Brasil logra convertir el GST en acciones concretas, cómo reconciliará la expansión petrolera con su credibilidad climática, y si podrá movilizar apoyo global para que Belém sea un éxito. Estaremos allí cubriéndolo todo, así que sigan atentos a Argus.
Camila: Gracias, Lucas. Esperamos con interés tu cobertura.
Y gracias a nuestros oyentes. Argus sigue de cerca los movimientos del mercado de materias primas en Brasil y en todo el mundo. Escuchen más episodios de nuestro podcast en las principales plataformas o en el sitio web argusmedia.com. ¡Hasta la próxima!
